Ninfa, magueyes y otras penetraciones (visuales)«La mochería en la historia de México –dice Jorge Alberto Manrique– es tan grande, el puritanismo invade tanto que el erotismo casi no puede sobrevivir». Además, se apunta que por algunas razones de recelo social se privilegia o discrimina a determinados artistas que proponen discursos eróticos en su pintura. Sin embargo, contra todo prejuicio, hoy por hoy, el erotismo se ha salido afortunadamente con la suya. Pero, ¿qué es el erotismo? «El erotismo es la cultura del sexo; la multiplicidad, su esencia» acierta la historiadora Ingrid Suckaer. Y es en esta vertiginosa multiplicidad que encontramos propuestas como las del artista Cándido Santiago. A partir de símbolos autóctonos mexicanos, como el maguey, por ejemplo, el autor elabora narrativas visuales de sutiles contenidos eróticos mediante confluencias o simbiosis. Observamos como una crisálida pende sensual tan solo de un hilo; nos recuerda con todo acierto nuestro origen matérico, biológico, milagroso y vulnerable a la vez. Las ninfas muestran su mejor candor entre el verde cristalino de los magueyes, esa planta de las maravillas que regala a cambio de sudor lo más sublime de sus entrañas: mezcal que alegra el corazón del polvo que camina. Las mujeres de Santiago, como en los Cantares del rey Salomón, son protagonistas que aparecen en la visión provocadora del eros, casi frágil, dulce, como leche y miel debajo de la lengua. Aquí está una delante de un luminiscente tubo de lupanar; allí otra, la poeta que se tragó el mar en la palabra; allá, la que acaricia un gato en su paciencia doméstica. En varios cuadros participa la poesía bien caligrafiada que se unifica al conjunto pictórico para ofrecer al espectador guiños que solo suceden en el placer del arte. Cándido Santiago ha roto una vez más los protocolos y las amarras de la frigidez purita para obsequiarnos una lección placentera de la esencia del amor, vamos, una terapia de erotismo.
