DEMIAN FLORES con su exposición Cosijo

El instituto de Ciencias jurídicas recibió la exposición del artista DEMIAN Flores con su exposición Cosijo, En palabras de Efraín Velasco, DEMIAN Flores toma la estafeta de aquel sueño que Alfonso Reyes le confió a Antonio Mediz Bolio (Deva, agosto de 1922), emprender una serie de ensayos en busca del alma nacional.

En la vasta iconografía de Mesoamérica, el rayo y la lluvia encarnaban el poder de las deidades que daban forma a la vida y a la muerte. Demián Flores, artista juchiteco con una trayectoria marcada por la exploración identitaria y la crítica sociopolítica, retoma estos mitos para construir un proyecto plástico que no solo reinterpreta lo sagrado, sino que lo reconecta con las fisuras del presente. Su exposición Cosijo, presentada en el Instituto de Ciencias Jurídicas de Oaxaca, se inscribe en una estética de la resistencia que escarba en la historia para reimaginar el porvenir.

El título alude al dios zapoteca del rayo y la lluvia, Cosijo, una entidad que ha sido desplazada al panteón de lo olvidado, pero que en la obra de Flores resurge cargada de nuevos significados. Desde la plástica, el artista convierte los fragmentos de mitologías mesoamericanas en artefactos de interrogación: ¿qué sentido tiene hoy hablar de dioses ancestrales en un país fracturado por la violencia, la desigualdad y el olvido histórico?

En palabras del escritor Efraín Velasco, “Flores toma la estafeta de aquel sueño que Alfonso Reyes le confió a Antonio Mediz Bolio en 1922: emprender una serie de ensayos en busca del alma nacional”. Pero el artista no escribe con tinta, sino con pigmento, collage, yuxtaposiciones visuales y matices telúricos. Desde esta dimensión, Cosijo se vuelve un ensayo visual: un antipalimpsesto, en el que no se borra la historia sino que se le sobreimprimen nuevos significados.

En su técnica se advierte un gesto tectónico: las deidades se encabalgan, las formas se enciman y el caos se vuelve un orden aparente. En esta cartografía visual, lo divino no es pasado sino posibilidad. El artista restituye el poder simbólico de las deidades al cargar sus representaciones con los dolores actuales: la violencia de Estado, la migración, el narco, la gentrificación cultural. Y así, los dioses de la lluvia no solo fecundan los campos sino también iluminan las trincheras del presente.

En las obras de Cosijo, la iconografía prehispánica no es una cita museográfica sino una herramienta para interrogar los fantasmas contemporáneos. Flores opera como un arqueólogo inverso: en lugar de excavar para encontrar ruinas, sobrepone los restos del pasado sobre el cuerpo del presente. Este procedimiento lo lleva a construir un nuevo panteón, una pleyade de dioses sincréticos que portan máscaras antiguas y gestos modernos.

Hay en la exposición un interés manifiesto por expandir el poder simbólico del arte. No se trata solo de reinterpretar lo sagrado, sino de activar su potencia como ordenadora de sentido. En tiempos de incertidumbre, los pueblos regresan la vista a sus mitos fundacionales, buscando resguardo, como apuntaba Reyes: “Un pueblo se salva cuando logra vislumbrar el mensaje que ha traído al mundo”. Demián Flores, desde su labor plástica, parece escuchar esa consigna y convertirla en forma y color.

El tratamiento visual de las obras también refleja esta doble tensión entre pasado y presente. Hay técnicas mixtas, impresiones sobre textiles, collage digital y grabado tradicional. Cada capa agrega una lectura, cada superposición sugiere una contradicción no resuelta. El espectador se enfrenta a una constelación de figuras que no buscan la armonía clásica, sino la disonancia reveladora. En el arte de Flores, la belleza no es complaciente; es un campo de batalla simbólico.

Destaca también el uso del cuerpo como eje simbólico. Algunas figuras recuerdan a los códices prehispánicos, otras evocan el graffiti urbano. El sincretismo no es solo estético, sino político. Los dioses de Cosijo no están petrificados en el pasado, sino que son figuras vivas, encarnadas en los conflictos actuales. El agua, el relámpago, el maíz, el mezcal: todos son elementos que en la tradición eran dominio de los dioses y que hoy adquieren nuevas resonancias.

Por ejemplo, la deidad del agua no solo simboliza la fertilidad agrícola sino también la escasez hídrica, la privatización de recursos, la lucha por los territorios. El rayo, antes castigo y bendición, ahora es violencia social y estallido emocional. El mezcal, que alguna vez fue sagrado, se vuelve ahora un cuerpo disputado por el mercado, la cultura, la identidad. En Cosijo, la teogonía se vuelve sociología.

Desde un punto de vista museográfico, la exposición logra crear un recorrido envolvente. El espectador no solo observa, sino que atraviesa un umbral simbólico. Cada sala es una estación ritual, cada obra una invocación. El espacio expositivo se convierte en santuario y a la vez en campo de guerra. Las obras no cuelgan: irrumpen. El montaje está diseñado para confrontar, para cuestionar la pasividad visual.

Demián Flores ha demostrado, una vez más, que su obra es una fuerza centrífuga que expande los límites del arte contemporáneo mexicano. No se conforma con representar; busca transformar. En Cosijo, el pasado no es nostalgia ni decorado, sino herramienta crítica y lenguaje en disputa.

Para quienes quieran sumergirse en este universo de dioses renovados, la exposición está abierta al público en la esquina de Crespo y Morelos, de 11 a 18 hrs, todos los días. Una invitación a mirar hacia atrás, para poder ver con claridad hacia adelante.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Carrito de compra