
Mi nombre es Lariza Vázquez (firmo mis obras con la nomenclatura LV). Nací en Matamoros en 1976. Crecí entre Tamaulipas y Oaxaca. Aunque mi familia tenía gustos por el arte, la influencia, gusto y elección por este oficio fue cuando llegué a Oaxaca, un lugar que se distingue por tener un gran movimiento artesanal y artístico, pletórico de cosmogonías. Mis padres, aunque tenían gusto por el arte creían que eso significaba pobreza económica, por eso me pidieron que, sí, que estudiara algo que se relacionara con el arte, pero además también una carrera más remuneradora. Decidí estudiar la Licenciatura en Diseño Gráfico en la ciudad de Monterrey, Nuevo León. En la actualidad puedo decir que el significado que tiene el arte para mí se basa en convicciones profundamente espirituales. Mi esposo –actualmente es escritor de arte contemporáneo– ha jugado un papel fundamental porque me ha ayudado a conocer los intrincados terrenos del mundo artístico, por decirlo así.¿En qué momento de mi vida supe que el arte sería mi vocación? No se debió propiamente a un evento específico, de lucidez especial, digamos, sino a un conjunto de circunstancias que se dieron en particular durante los años de aislamiento que provocó la pandemia. Tengo una parte autodidacta y nociones teóricas de índole académico debido a mi carrera profesional. Comencé la carrera de Diseño Gráfico, lo que incluía la visita de artistas plásticos a las aulas. Cuando me mudé a una universidad en la ciudad de Oaxaca retomé el diseño gráfico, pero con la oportunidad de esa variante a la que me refiero: la visita frecuente de diversos pintores. La formación académica siempre es una base indispensable de argumentación histórica, y siempre algo hay de práctica, pero estoy en el entendido que cada quien se declina por alguna o varias técnicas de su gusto. En mi caso manejo con regularidad la acuarela, el acrílico, la pintura al óleo, el carboncillo, el lápiz, el gis pastel, entre otros. Sobre todo, me gusta tanto la historia como la técnica del óleo. Considero que esta preferencia me permite explorar con más satisfacción mis capacidades técnicas y matéricas a su vez que indago sobre su influencia en al arte clásico o universal.Tengo la convicción que, aunque siempre va haber referentes culturales e inmediatos (léase influencia del entorno y vivencias de la vida cotidiana) mi pintura y sus argumentos están basados sobre todo en mis lecturas. Por supuesto, en el resultado final –si acaso puede decirse que una pintura está completa en términos absolutos– el espectador encontrará sincretismos complejos y una pluralidad de saludable vastedad, guardando toda proporción. ¿Para quién pinto? La pintura se hace para quien le guste, para quien la compre y para sí mismo. Siempre estoy en proceso de transformación, aunque gradualmente voy hilvanando ciertos elementos identitarios. Las influencias son insalvables, convenientes y por ley, selectivas. Va desde los artistas que son referentes magistrales hasta el arte de pintores actuales con talento excepcional. Puedo mencionar algunos ejemplos paradigmáticos: Caravaggio, Rembrandt, Magritte, Anselm Kiefer, Jonas Burgert o Roberto Fabelo. Veo en ellos cualidades como sus técnicas innovadoras, argumentos inesperados e inverosímiles, valor para generar rupturas con las tendencias de su época y propuestas contra todo pronóstico dicho en el más amplio de los sentidos.En principio mi trabajo es muy íntimo, después trato de ofrecer al espectador mis fibras más sensibles (estéticas, argumentales, visuales, espirituales, etc.) es decir, propongo “nuevos” vasos comunicantes con el observador. Lo digo entre comillas porque, como dice el libro de Eclesiastés, “nada nuevo hay bajo el sol”. Al final de la jornada la obra realizada entrará en un terreno de infinitas subjetividades y criterios.Alguna vez me han preguntado qué consejo le daría a un/a joven artista que esté considerando seguir una carrera en el arte. Sin embargo, ofrecer consejos siempre es una responsabilidad, un riesgo moral, ético; en todo caso, si habría que decirlo, lo propongo de manera dialéctica: El arte no salva al mundo, pero le saca brillo a la nobleza humana y satisface y retroalimenta su espíritu más inquisitivo. Finalmente, la gran lección de vida que me deja este oficio es estar convencida que el arte es una cualidad espiritual, razono y creo que el ser humano es una obra del GRAN ARTISTA UNIVERSAL.



